Don Augusto Bernardino Leguía Salcedo, gobernó al Perú en dos períodos. De 1908 a 1912 y de 1919 a 1939. En ambas oportunidades sucedió a don José Pardo y Barreda
En total suman 15 años, y lo más caracterizado fue el segundo período conocido más comúnmente como Oncenio.
Con período tan largo de gobierno, hay que suponer que hizo muchas cosas buenas y también muchas cosas malas y más se le recuerda por las últimas.
Leguía, lambayecano de nacimiento, participó en la batalla de Miraflores y después se dedicó a los negocios, hasta el año 1903 en que el presidente Candamo lo llamó para desempeñar el Ministerio de Hacienda y habiendo tenido un buen desempeño siguió en ese ministerio de los gobiernos de Serapio Calderón y José Pardo. Con el apoyo del Partido Civil inició en 1908 su primer período de gobierno. Con su sucesor, el presidente Billinghurst tuvo discrepancias, siendo deportado a Europa. Mientras tanto, Don José Pardo había llegado nuevamente a la Presidencia de la República, apoyado por el Partido Civil.
En el destierro, Leguía se enemistó con el Partido Civil, pero de todos modos se presentó como candidato en las elecciones de 1919 y triunfó.
Temiendo que Pardo, desconociera su triunfo, lo depuso y asumió el poder como Presidente Provisorio. Así, con mucha violencia inició Leguía su segundo periodo de gobierno.
A partir de entonces, la arbitrariedad y la violencia fue lo que imperó en el Perú.
Disolvió el Congreso. Y el nuevo Parlamento lo designó Presidente Constitucional el 12 de octubre. Leguía cambió la Constitución vigente (que databa del año 1860) y promulgó una nueva el año 1920 para poder ser reelegido. Como era de suponer, ganó en los años 1924 y 1929, cuando se presentó como candidato único en elecciones controladas y sin voto secreto.
Entre sus obras deben tenerse en cuenta la modernizó Lima, mediante la ejecución de obras públicas financiadas con empréstitos, sobre todo con la finalidad de festejar el Centenario de la Independencia Nacional.
Lima fue una ciudad jardín, la más bella de América Latina, pero el excesivo centralismo llevó al abandono de las provincias. Siempre se ha dicho que el mejor alcalde Lima ha sido Leguía.
Creó el Banco Central de Reserva del Perú, el Banco Hipotecario, así como los Estancos de Alcohol, Naipes y Fósforos. Firmó los Tratados de Límites con Colombia y Chile, pero cediendo territorios. Sobre todo, a Colombia le regaló el enorme Trapecio de Leticia, sin que ese país lo hubiera solicitado.
Leguía inició su gobierno bajo el lema de La Patria Nueva. – Deseaba transformar al Perú, modernizarlo, pero pensaba que para lograrlo se requería de un estado fuerte, y de un gobernante que tuviera en sus manos la suma del poder y en su criterio, ese hombre era él. Para lograrlo eliminó todos los obstáculos que se le ponían en el camino. Todo vestigio de oposición al régimen fue barrido y los que se atrevieron a sublevarse fueron fusilados o muertos de diversas maneras. Las Municipalidades, que habían sido el primer escalón de la democracia, dejaron de ser elegidas por voto popular y en su reemplazo se crearon las Juntas de Notables, nombradas a dedo. Este fue el golpe más grande que se dio al sistema democrático, pues el pueblo perdió la noción de los que era la democracia representativa y fue también una de las causas principales los turbulentos años que sucedieron a su caída.
El Perú se convirtió en un estado burocratizado y frívolo, y para mantener eso los gastos aumentaron enormemente y el presupuesto se cuadruplicó al que tenía el presidente Pardo. Paralelamente, la deuda externa se elevó enormemente, sobre todo con Estados Unidos, que se los otorgaba generosamente. La reforma tributaria que implantó significó una elevación general de los impuestos que disgustó a todos, pero que nadie se atrevió a objetar. Toda la prensa estaba a su servicio.
Debido al extremo centralismo, se decía: Lima es el Perú y el embellecimiento de la capital daba la impresión de prosperidad y desarrollo.
Leguía se alió con los sectores medios de la economía y de la sociedad, lo que dio origen a la creación de una clase media fuerte y adicta. También trató de ganarse al sector obrero y dio la jornada de 8 horas y nombró comisiones para resolver los conflictos laborales. En la zona rural, respaldó a los campesinos contra los gamonales más que todo con la finalidad de someter a estos.
Algo positivo en el gobierno de Leguía fue la Ley de Conscripción Vial, gracias a lo cual se construyeron una gran cantidad de carreteras que unieron a muchos pueblos.
Pero como ocurre siempre en el Perú, la ley fue desvirtuada y se convirtió en instrumento de abuso y explotación de los indios, de los campesinos y de los pobres, en forma tal que fue una causa la odiosidad al régimen.
Buena parte de las obras públicas fueron efectuadas por la empresa norteamericana Foundation Company.
La quiebra de La Bolsa de Nueva York, generó una grave crisis económica en el mundo entero y sobre todo en el Perú, que era tan dependiente de Estados Unidos.
Leguía trató de crear cortinas de humo, acudiendo a su frivolidad y dando fiestas como los carnavales que duraban tres días con un domingo y dos feriados. Es decir, que trataba de dar circo al pueblo.
Rodeado de áulicos que le pintaban un mundo irreal, lo adularon e introdujeron el culto a la personalidad, Lo comparaban Cesar, a Napoleón, a Júpiter, a Bolívar, hasta a Cristo.
Leguía era de baja estatura y de complexión débil, pero eso no impidió que lo llamasen el Gigante del Pacífico. Al final, Sánchez Cerro demostró que el ídolo tenía pies de barro.
Luego de 11 años de Gobierno (periodo conocido como el Oncenio de Leguía), fue derrocado por una Junta Militar que después presidiría Sánchez Cerro el 25 de agosto de 1930. Leguía fue apresado e internado en el Panóptico de Lima, donde falleció en 1932.
Su hija, Enriqueta Leguía Olivera de Lange, preside la fundación que lleva su nombre.